El otro día retomé la lectura de La Europa de Hitler de Arnold J.Toynbee. Es un libro muy denso pero una verdadera joya para aquellos que amamos la Segunda Guerra Mundial como momento histórico.
Siempre me ha llamado muchísimo la atención este tema debido a la facilidad con la que se gesta esta guerra, y por lo cruenta de la misma.
Los antecedentes son muy variados,pero la clave bajo mi punto de vista radica en 2: el Tratado de Versalles y el Crack del 29.
Mientras que Roosevelt intenta luchar contra los efectos del desastre del 29 con su New Deal, el Tratado de Versalles no hace más que avivar las tensiones y enfrentamientos, ante una serie de exigencias insostenibles para la Alemania de 1919-1929. Las condiciones impuestas en el tratado,fueron usadas como pretexto para los nazis a la hora de llevar a cabo su política cruenta y expansionista.
La verborrea de Hitler lográ convencer a los alemanes,que han perdido sus puestos de trabajo a la vez que la esperanza de lograr que todo marche mejor.
Una vez en el poder,Hitler y sus secuaces llevan a cabo su política expansionista con una rápidez asombrosa. Por más que algunos intentaran mirar hacia otro lado y eludir la gravedad del asunto,había una cosa clara: la guerra había comenzado.
Es aquí donde comienzan las andaduras de la gente por intentar sobrevivir y poner a salvo a los suyos. Unos tienen más suerte por ser católicos y otros no tanta por ser judíos. Es justo en este punto donde he retomado la lectura del libro de Toynbee. Como conclusión al capítulo del trato de los alemanes a los judíos, me resulta llamativo la importancia que se le ha dado siempre a los valores religiosos por encima de otros valores fundamentales como pueden ser la propia humanidad o la empatía.
El Ser Humano es capaz de todo,tanto bueno como malo.Nunca sabré a ciencia cierta cuáles son realmente los límites que tenemos dentro y quiénes son o serán capaces de sobrepasar la raya, y sentirse avergonzado de lo que somos por culpa de otros.
Este es un ejemplo para que la historia no se vuelva a repetir y que sea lo que es; historia.
Patricia Domínguez
miércoles, 8 de febrero de 2012
miércoles, 1 de febrero de 2012
Continuando nuestro recorrido por el Madrid del XIX, hoy vamos a remontarnos a los antecedentes de la guerra:
Con el tratado de Fontainebleau, Godoy dio permiso a las tropas francesas para atravesar España, con el pretexto de llegar a Portugal.
Esto, provocó tensiones entre los madrileños desde el primer momento y, sobre todo, desde que la Familia Real estaba reclutada en Bayona. De las palabras se pasó a las manos y comenzaron a llenarse los hospitales de la ciudad de heridos, tanto soldados defensores de la causa napoleónica, como de ciudadanos madrileños. Mientras que entre el pueblo comenzaron a romperse las hostilidades, el general Murat veía cómo se iba logrando su objetivo; se trajo la orden del mismo Napoleón de lograr exasperar al pueblo, para que éste provocara un tumulto que le diera pie a tomar represalias contra el mismo. Su sistema de guerra, tal como el Emperador había seguido otras veces, consistía en imponer el dominio del miedo.
El objetivo fue alcanzado el día 2 de mayo como fruto del enardecimiento popular que se respiraba por las calles. Pero la gota que colmó el vaso, fue la conspiración de la marcha del Infante Francisco de Paula a Bayona; los madrileños tomaron sus medidas de seguridad durante la víspera y al amanecer una turbamulta concentrada en el Palacio Real, comenzó la reyerta contra los oficiales. Tras este primer combate el alzamiento comenzó a extenderse por las calles de la ciudad, así los paisanos pusieron todos los medios para impedir que las tropas francesas salieran de los cuarteles arrojando palos, navajas, piedras, sillas, mesas, tiestos, etc. Posteriormente, todos aquellos que habían lanzado objetos contra cualquier oficial serían arrestados y fusilados.
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